domingo, 5 de octubre de 2008

CRECE RAPIDO O MUERE PRONTO


(Tomado en préstamo de Discovery en la Escuela.)



DESDE EL NAENDERTHAL


EN EL LLAMADO MUNDO SUBDESARROLLADO, TERCER MUNDO,

EN VIAS DE DESARROLLO (sic),

¿QUÉ HA CAMBIADO?



De un texto del año 1961





Hacinamiento en tugurios

La inseguridad en los campos y el clima de amenaza que se respira en las zonas de la violencia, ha obligado a una enorme masa de campesinos a desplazarse a las ciudades produciendo otro mal gravísimo llamado comúnmente el "hacinamiento en tugurios". El fenómeno consiste, en síntesis, en la formación, en las afueras de las urbes populosas, de grandes "ciudades fantasmas" o "cinturones de miseria".

La incontable cantidad de viviendas aglomeradas, se forman de una o dos piezas techadas con carpas viejas de camiones, latas de tarros recogidos en los basureros públicos y tapadas por los lados con periódicos, revistas y cartones usados. El piso es de tierra. Se carece de agua, inodoro y luz. En estas covachas horribles vegetan en montonera impresionante, diez, quince y hasta mas, personas humanas. Visitadoras sociales del Banco Popular han establecido que innumerables familias alojadas en tugurios de clima templad, pasan semanas y meses alimentándose únicamente con café tinto y plátano "asado" hurtado en las proximidades de los aeropuertos.

En los tugurios se carece de los muebles mas indispensables y no hay casi nunca, sino uno o dos lechos, cuando los hay. Allí duermen los hermanos con las hermanas y los padres con las hijas mayores. Estos peligrosos contactos conducen al incesto. Los niños v adolescentes son profundamente desmoralizados al familiarizarse precozmente con la vida sexual de los padres y hermanos mayores. De ahí el alarmante crecimiento de la prostitución ambulante, ejercida por adolescentes jóvenes y menores.


La tuberculosis, la sífilis y otras enfermedades procedentes de infecciones y parásitos intestinales — entran por los pies descalzos en pisos de tierra— asedia a los pobres que viven en tugurios, por la inmundicia de la vivienda, la mediocre alimentación y la carencia de recursos para tratarse medicamente cuando enferman. Estas dolencias se transmiten por herencia de pa­dres a hijos y son causa de numerosos procesos degenerativos. Es por esto que los niños —anotan los pediatras— con enorme frecuencia tienen síntomas psicopáticos y suelen ser débiles mentales.

En los tugurios es donde se instalan los peores elementos sociales. Los radicados en los barrios misérrimos, no pueden evitar la promiscuidad con los antisociales y malhechores que por las mismas condiciones azarosas en que viven, se refugian en los sectores depauperados. Las prostitutas de más bajo nivel social, pululan en estos centros. También los mendigos, los vagos, los ladrones y tahúres con el propósito de confundirse v ocultarse entre los menesterosos. Dadas estas circunstancias, lo que se ve, lo. que se oye, lo que se presencia son hechos, palabras y ejemplos que siempre incitaran al crimen y el delito. Los niños que están dotados de una inmensa curiosidad, de un tremendo espíritu de imitación y de una gran sugestibilidad, verán grabadas en sus mentes, de una manera indeleble todas estas impresiones y a falta de otros motivos de inspiración, se acomodaran a ellos y los convertirán en normas de vida.

Terminamos esta coadyuvante de la violencia con los siguientes conceptos del doctor José Francisco Socarras: "En este ambiente, la frustración es el común denominador de todos los fenómenos vitales. Frustración en el cariño materno y paterno; frustración en el alimento; frustración en el techo; frustración en el amor, frustración en las relaciones sociales y aun en las relaciones con la naturaleza. Y el garrote paterno presidiendo todo aquello como un símbolo de la violencia. Naturalmente en el fondo de cada ser humano sometido a este patrón cultural, anidara una predisposición permanente a la agresividad".

Infancia abandonada

Millares y millares de niños colombianos, huyeron por montanas y selvas, unas veces huyendo a las gue­rrillas y otras siguiéndolas. Esto durante arios. En su infancia no conocieron otra cosa que las feroces torturas impuestas a sus hermanas y a sus ancianos pa­dres. Se familiarizaron con toda clase de crímenes atroces. Mutilaciones, amputaciones, empalamientos, desmembraciones, estupros, quemaduras, incendios, frenesí de pirómanos, alfilerazos en los testículos de los parientes amarrados, extracción de los ojos, dinamita en la boca y demás actos salvajes relatados en este estudio.


Pobres pequeñas fieras, crecidas en semejante am­biente de terror. Hoy son casi adultos, famosos ya por las crueldades y crímenes cometidos. Con cuanta verdad exclamaba Sighele: "Todo delito de un menor es el fruto del delito que otro cometió antes contra él". Los antisociales más peligrosos que hoy operan en Colombia, son hijos de su ambiente y muchos de ellos sobrevivientes de escenas y genocidios espantables. El Mosco, antes de ser acribillado a bala por uno de sus propios guardaespaldas, había declarado que sus pa­dres y hermanas fueron víctimas inermes de temibles criminales. El ejerció revancha matando sesenta y tres inocentes campesinos. El Ministro de Justicia doctor Laverde Aponte hablaba de la generación aporreada. En un estudio sobre este aspecto de la llamada "generación de la violencia", la titulábamos "generación sonámbula", por considerar que esta juventud al haber presenciado impotente actos de tortura y muerte atro­ces en los seres más queridos a su alma, habían quedado en una especie de estado psicopatológico. Las enfermedades originadas por semejantes traumatismos psíquicos, empujaron a quienes las padecieron a desahogarse con una agresividad feroz. Esta infancia, así golpeada por la violencia, necesitaba más un tratamiento curativo y comprensivo que aprisionamiento en compañía de perversos delincuentes.

Los párrafos anteriores satisfacen a cabalidad al público que con fundada alarma pregunta: ¿por qué son tan jóvenes los bandoleros más peligrosos?

Actualmente la justicia reclama a dos mil jóvenes y adolescentes a quienes se les sindica de haber cometido multitud de crímenes y delitos. Y el número de recluidos en los correccionales sube a nueve mil. Tenemos jóvenes que no han completado los veinte años y ya son famosos por sus depredaciones. Y lo más insensato aun, es que a estos bandoleros adolescentes se les recluye en compañía de otros jóvenes sancionados por faltas insignificantes. Esta oprobiosa promiscuidad está convirtiendo tales lugares en eficaces escuelas del crimen.

La violencia, al ensañarse sobre los padres de familia, está aumentando hasta lo increíble la legión de los huérfanos. La infancia abandonada llega a cifras aterradoras. Y pensar que antiguamente no había escue­las, siendo el hogar el único ambiente de formación moral e intelectual de los niños. ¿Qué será de la in­fancia desguarnecida, sitiada por mil peligros y carcomida por vicios inconfesables? Los niños que duermen amontonados en las entradas de los teatros, planchones de las galenas y zaguanes de los edificios de las ciudades ubicadas en zonas de violencia, serán los ban­doleros del futuro.

En las grandes pestes que ha sufrido la humanidad, los niños ban sido la parte más vulnerable de la población. Esto en lo físico. ¿Qué decir entonces de las condiciones morales de los pequeños, perfectamente aprovechables por los depravados, los homosexuales, los marihuaneros, los carteristas y antisociales de todo pelambre? El porvenir de la patria depende funda-mentalmente de la formación biológica y espiritual de su infancia. Es en la algarabía de las cunas donde encontraremos la salvación o la perdición de la sociedad del mañana.”




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