sábado, 2 de febrero de 2008

¿UNA MARCHA SOCIOPÁTICA?

NO, ¿A QUÉ?

(collage provocado por la diversidad de lecturas y propósitos de un hecho social globalizado de innegable trascendencia e importancia susceptible de convertirse en bocado de cardenal para la sicología social y provocado por unos jóvenes quienes además de parecer convencidos del carácter apolítico de lo desatado, creén que LAS farc inventaron el secuestro ... etc. etc. etc. , y que Colombia está dividida entre LAS Farc y LA sociedad civil que ellos presumen representar. La capa base corresponde a obra de Wolfgang Smy de 1986, la capa superpuesta es un arreglo de la famosa pintura EL GRITO, evocadas una vez escuchados los argumentos en entrevistas de fondo pasadas por la TV colombiana el miércoles 2 y el jueves 3 de febrero )


HOLA MARCHANTE:
¿POR QUÉ Y A QUÉ LE VAS A MARCHAR?


Esta mañana sabatina al abrir el correo encontré en mi buzón el siguiente escrito de la lista de distribución del edil bogotano Carlos Vicente de Roux:


Apreciada(o) amiga(o):

Quisiera presentarle algunos de los planteamientos que he hecho en las discusiones del Polo sobre nuestra vinculación a las actividades masivas del 4 de febrero.

El presidente Uribe tiene una política de seguridad pero no tiene una política de regularización del conflicto y protección de las víctimas, a pesar de que el tema humanitario ha tomado una gran relevancia internacional y nacional. Por falta de una política humanitaria, la comunidad internacional se le metió al rancho al presidente y lo obligó a dar pasos hacia el intercambio de secuestrados y presos. Para su fortuna, el envión terminó siendo protagonizado por Chávez, cuyas desatinadas salidas despertaron en Colombia un sentimiento de patriotismo que hizo saltar la popularidad de Uribe a un nivel sin precedentes. Entre tanto, alcanzó una gran visibilidad la situación de los secuestrados, en particular la de quienes llevan 5 y 10 años languideciendo en la selva en manos de las Farc, y se despertó una ola de indignación nacional frente a esa situación. La coyuntura pasó a girar, así, en torno a la cuestión humanitaria y, más exactamente, alrededor de uno de sus aspectos, el del secuestro y los secuestrados.

El Polo, por ser consecuentemente humanitario, tiene que compartir ese repudio y manifestarlo públicamente. Lamentablemente, cualquier conexión con una expresión de mayorías implica converger con quienes respaldan al presidente Uribe. Además, toda movilización inspirada por sentimientos mayoritarios intentará ser convertida en un plebiscito a favor de las políticas del presidente. Pero eso es inevitable y lo peor que puede hacer el Polo es aislarse, dejar la expresión de la solidaridad de la gente con las víctimas en manos de la derecha y renunciar a darle a la indignación una línea de salida, la del acuerdo humanitario, la regularización del conflicto y la negociación política de la confrontación armada.

Se ha dicho que el partido no puede rechazar solamente una forma de violencia y que si condena a la guerrilla debe hacerlo también a los paramilitares y a los militares que violan los derechos humanos. Esta pauta general, sin embargo, no puede aplicarse en el sentido de que, en cada coyuntura y frente a cada hecho de violencia, deba esgrimirse una declaración proforma, que condene todo tipo de agentes y de actos de agresión. Todos esos actos deben ser repudiados pero cada día trae su afán. Hay momentos en que es el secuestro lo que salta a la palestra, y los hay en que son las atrocidades de los paramilitares, sus desapariciones y descuartizamientos, los que hieren más a profundidad la sensibilidad colectiva. La que está en curso es la coyuntura del secuestro, no la de la motosierra, y el Polo debe entenderlo así, si quiere cumplir un papel en la orientación de la conciencia pública.

El hecho de que la sensibilidad de la gente sea manejada en buena medida por los gobiernos y los medios de comunicación, no puede llevarnos a desconocer que el secuestro es una atrocidad y que la repulsa que le merece a la ciudadanía es completamente legítima.

Ante la disyuntiva entre ir o no ir a la marcha me incliné, pues, por la de participar y por apoyar al respecto la posición del senador Petro. Inicialmente, las directivas del Polo decidieron no asistir, al estimar (y no les faltaban razones) que la marcha se iba a convertir en un evento de apoyo al gobierno y a su política de seguridad. Como resultado de los debates internos esa posición cambió y se llegó a la decisión que se conoce, la de manifestarse el 4 de febrero pero a través de una concentración separada de la marcha, en la que se rechazarán la guerra como tal y el secuestro y se promoverá el acuerdo humanitario. En principio, el Polo se vincula, pues, a la jornada, pero con una posición propia, que comparte con el movimiento sindical.

La(o) invito, a participar en la concentración del Polo, que se realizará el 4 de febrero a partir de las 10 a .m. en la Plaza de Bolívar. Allí estaremos compartiendo el sentimiento de millones de colombianos contra el secuestro pero enarbolando también las banderas de la humanización del conflicto, en beneficio de las víctimas de esa y las demás formas de agresión y de violencia.


Con un cordial saludo,
Carlos Vicente de Roux R.
Concejal de Bogotá por el Polo Democrático Alternativo





Mientras leia lo anterior fueron ocurriéndoseme algunas cosas que finalmente fusionaron en la siguiente respuesta al Concejal del Polo:


Carlos Vicente, interesantes, serios y oportunos tus planteamientos.

Sin que se trate de una discrepancia si me parece oportuno expresar que al leer la afirmación "La que está en curso es la coyuntura del secuestro, no la de la motosierra, y el Polo debe entenderlo así, si quiere cumplir un papel en la orientación de la conciencia pública.", me dije a mi mismo: si pero no!.

Si, en la medida en la cual se tenga claridad que es una forma "cualificada" de secuestro la que se pretende enfrentar, para el caso el secuestro como práctica de actores pretendidos como POLITICOS, idem el caso de las formas agravadas del homicidio fuera de combate.

No, pues trataría de una solemne romantico-talegonada si se piensa que la conducta delictiva vaya a desaparecer por clamores populares. Claro que –de resultar exitoso el propósito, bien podría continuarse con el resto del catálogo del Código Penal: unos dirán primero contra la estafa y otros dirán que no, primero contra el peculado, una tercera fuerza avanzará y propondrá que es mejor, holístico :) marchar contra las conductas descritas en el título de los delitos contra el patrimonio económico sea el de los particulares o el del Estado.

Dejando de lado esta consideración viene otra: en los programas televisados esta semana con los presentados como gestores y organizadores de la iniciativa, sus palabras reiteraban que la finalidad ESENCIAL, no lo adjetivo o puramente fenoménico, era el NO A LAS FARC. En otras palabras se trata de provocar un hecho de masas contra una de las partes de un conflicto armado. Qué a otros se nos puedan ocurrir otras metas y motivaciones, eso es otro cuento.

Por el discurso de los jóvenes (sin distingo de género) promotores del cuento, me parecieron personas inmaduras, carentes de formación en materia de historia, muy emotivos y patéticos. Asi las cosas percibo una desarticulación entre la cabeza y el cuerpo de la marcha que bien podría terminar en convulsiones "epilépticas" de impredecibles efectos. O bien, vaya uno a saber podría “utópicamente", fantásticamente, devenir en una oportunidad de encuentro y de diálogo amplio.

Lo otro son las "arandelas" y las posibles "apropiaciones" o utilización de la oportunidad que es lo que parece ya estar bien claro se ha venido dando durante este parto por parte del régimen comandado por Alvaro Uribe y Cia. con toda su parafernalia medial y de fuerza pública, amen de la bendición eclesial.

Queda la duda de hasta donde la cuerda vino de las esferas del poder establecido o si el cordon umbilical se le adhirió a la iniciativa ya nacida. Es posible, conjeturable, que a Alvaro y su equipo, como decimos vulgarmente: se les apareció la virgen, pero también es conjeturable que - habiendo una conducción racional de la guerra por parte del Estado-gobierno, a la Virgen la hayan producido allí y presentado en sociedad a través de Facebook.

Precisamente a partir de esta última conjetura puse en la red algunos apuntes que con gusto participo como elemento para avivar la reflexión y discusión que tus planteamientos ameritan:
http://guillermogaertner.blogspot.com/2008/01/marcha-por-la-paz-u-operacin-sicolgica.html

Cordial saludo,

Guillermo A. Gärtner T.





miércoles, 30 de enero de 2008

RELIGIOSIDAD Y VIOLENCIA - UNA RELACIÓN COMPLEJA




Mas allá de la consigna:


¡Viva Cristo Rey abajo Satanás diablo antigobiernista!







TRANSCRIPCIÓN DE UN CATECISMO ESPAÑOL DE 1808



- Dime, hijo, ¿qué eres tú?


- Soy español, por la gracia de Dios.


- ¿Qué quiere decir español?

- Hombre de bien.


- ¿Cuántas obligaciones tiene un español?


- Tres: ser cristiano y defender la Patria y el Rey.


- ¿Quién es el enemigo de nuestra libertad?


- El emperador de los franceses.


- ¿Quién es este hombre?


- Un malvado, un ambicioso, principio y fin de todos los males, fin de todos los bienes y compuesto y depósito de todos los vicios.


- ¿Cuántas naturalezas tiene?


- Dos una diabolica y otra humana.


- ¿Qué son los franceses?


- Antiguos cristianos y herejes modernos.


- ¿Es pecado asesinar a un francés?


- No, padre: se hace una obra meritoria librando la Patria de esos viles opresores.




(Tomado de Catecismos Politicos publicados en una Revista de las FFAA hace mas de dos décadas, revista que dí en prestamo sin que fuera devuelta).






ALGUNAS EXPERIENCIAS PERSONALES







El sábado 6 de febrero de 1988, hace precisamente 20 años, en una columna de LA TARDE se publicó un escrito refiriéndome de manera crítica al discurso que por esos días pronunciaban los jerarcas de la católica iglesia repitiendo la cantinela que los problemas colombianos de la violencia y la guerra eran el resultado del abandono que de Dios hizo el pueblo colombiano. El contenido de mi escrito intencionalmente provocador fué el siguiente:




"¿QUIEN ABANDONÓ A QUIEN?


En estos tiempos de crisis acostumbran los curas y los fieles camanduleros echarle la culpa al diablo de cuanto acontece y más de un editorialista respetable comenta que los sufrimientos del pueblo colombiano, el auge de la subversión, el terrorismo y el narcotráfico, todo esto se relaciona con el hecho de que los colombianos se han olvidado de Dios.

Es probable que con dicha lógica más de un político o ministro esté pensando en volver por los carriles del confesionalismo y así hemos visto ya las embesti­das de los autodenominados sacerdotes de Cristo contra lo que ellos llaman las influencias del "materialismo marxista".

Con el único deseo de contribuir a la reflexión que seguramente sentirán deseos de hacer mis amigos sobre este tema, quiero reproducir una afirmación que aparece en el libro de SalvadorFreixedo, "Cristianismo un Mito más":

"La infernal doctrina cristiana acerca de la vida futura de aquellos que no han cumplido losmandamientos, es una mala copia, deformada yempeorada, de creencias semejantes sostenidaspor otros pueblos anteriores. El seol hebreo, el hades griego y el avernun romano eran unos infiernos menos drásticos y más humanizados, en los que no tenía cabida la ira eterna de un Dios Todopoderoso, dándose gusto en la tortura sin fin de los pobres mortales. Un infierno eterno lleno de pecadores es un fracaso total de la re­dención de Cristo. ¿Tiene algún sentido que Dios haya mandado a su propio hijo a este miserable mundo y lo haya hecho morir entre tormentos en una cruz, para que, en fin de cuentas, el infierno se llené de seres humanos?, ¿fracasó el hijo en su misión?, ¿fracasó el Padre en sus cálculos?, ¿será Satanás superior a ambos en estrategias para atraer a los hombres al pecado¿ Y, ¿quién ha fabricado tan mal al hombre, que únicamente con una ayuda ex­traordinaria es capaz de ser bueno y merecer la salvación, y aún así la mayor parte no son capaces de conseguirla?", (.o.c. pág. 22).



Reflexionar sobre estos temas es necesario para que nos dejemos de pendejadas y para que, tomando la invitación de Freixedo, no tengamos que vivir acomplejados pensando siempre en quién nos va a salvar, y en este momento en que los colombianos requerimos de lucidez mental vale la pena preguntar con el mismo autor que estamos comentando: ¿Por qué hemos de vivir angustiados, pensando que Dios puede estar enfadado con nosotros?, ¿en qué cabeza cabe que un verdadero padre tenga tormentos eternos para sus hijos, por muy mal que éstos se porten? Freixedo ayuda a responder tales in­terrogantes cuando dice que semejantes aberraciones caben únicamente en las cabezas enfermas de fanáticos con autoridad que quieren transferir a los fieles los tormentos internos de sus mentes desajustadas o amarga­das, quién sabe si por su forzado voto de casti­dad, o por su libertad perdida con el voto de obe­diencia !



Bueno, por hoy les dejo estas pildoritas con la convicción, derivada de experiencias recientes, que lo que menos tolera un cura es a un espíritu libre."








La reacción no se hizo esperar y fué así como a los pocos días, el 20 de febrero de 1988 un sacerdote, el Padre Carlos Giraldo Vélez, se refirió a mi escrito en los siguientes términos:





EL TRIGO Y LA CIZAÑA
Por el Padre Carlos Giraldo Vélez



Gracias al pluralismo ideológico, gaje de la democracia, todos los periódicos tienen sus articulistas de planta de todos los matices y pelambres. Desde los más conservaduristas hasta los más libre­pensadores; desde los más prudentes y respetuosos con los temas religiosos hasta los más virulentos panfletarios; desde aquellos que lanzan gritos de alarma al contemplar la podredumbre y el cieno que a ciencia y paciencia de las autoridades ofenden la dignidad humana y ultrajan el pudor; hasta aquellos que arrojan la basura al rostro de las personas e instituciones religiosas y civiles. En muchos periódicos se da cabida al vilipendio y a la calumnia contra la Iglesia y su más alta jerarquía.



Al lado de los escritores ortodoxos, la prensa nacional admite escritos blasfemos que queman incienso al mal y la corrupción. A este cenáculo pertenecen los corifeos de la ateocracia que en nuestras letras abanderan escritores de altísimo bagaje intelectual, cinceladores de la palabra, atildadísimos hombres de letras, como los doctores Panneso Robledo de El Tiempo, Andrés Holguín de El Espectador, Restrepo Cardona de La Patria y Guillermo Gártner Tobón, articulista del matutino LA TARDE, para no citar sino algunos de nuestro ámbito cercano.



A este último me voy a referir en estas cuartillas, comentando su reciente artículo del seis de febrero. Escritor agudo, sagaz y volcánico, arremete lanza en ristre contra la religión de los colombianos medularmente cristianos. Leyendo detenidamente al escrito Gártner Tobón adivinamos una fobia enfermiza contra los curas y los fieles "camanduleros" que abogan como único remedio al torbellino de males de nuestra patria el regreso del cumplimiento de los diez mandamientos que son la piedra angular de todos los códigos en todos los países cristianos y paganos, porque sus mandatos están grabados en el plinto de la conciencia de toda humanidad.



El doctor Gártner apoya sus tesis anticlericales en las ideas del escritor Salvador Freixedo, en su libro "El Cristianismo, un mito más". Comulgando con estas ideas ya trasnochadas y estas absurdas teorías, tergiversa las parábolas evangélicas del trigo y la cizaña y del rico Epulón y cuyo epílogo lógico es la existencia del infierno eterno, sin mengua de ninguna clase de misericordia infinita. Esta posición anticlerical no me extraña en absoluto de parte de quien por sus orígenes atávicos, hunde sus raices en el anglicanismo inglés de la brumosa Albión, y de su herencia racionalista que lógicamente niega la existencia del infierno, ¡lámese seal en hebreo, hades en griego o avernurn en latín. Su herencia luterana por el apellido paterno, tiende a la negación de la libertad y al fatalismo en el ser humano, dogma principalísimo de sus antepasados es la justificación de la fe sin las buenas obras. Obras que cobijan toda la gama de crímenes, de vicios y de libertinaje que están convirtiendo a nuestra patria en inmunda cloaca de pecado.



Respetado Dr. Gártner Tobón, la lamentable situación colombiana en gran parte se la debemos a que nuestra sociedad permisiva ha quitado el freno de la moral cristiana para entregarse a la adoración y culto de los ídolos llámese edonismo, drogadicción, dineros-calientes, en fin, de la "dolce vita" del italiano Fellini."




Publicado en La Tarde el 20 de febrero de 1988








y, cómo quedarme "crucificado"? Mi respuesta fué entonces así:




Hachas y Estacas



El miércoles 17 durante la conferencia del Dr. Otto Morales Benítez en el teatro de Comfamiliar se despertó el deseo de referirme a uno de los hechos mencionados por el ilustre expositor como digno de recuperación para y por la historia regional, se trata de lo ocurrido en los años treinta cuando mi padre Mario E. Gartner Gómez, como juez municipal de Quinchía se hizo acreedor al nombre de "el obispo Gartner" por la cantidad de matrimonios que celebró entre liberales que eran rechazados por el cura del pueblo, un godo de traca-mandaca.


Tres días después, el sábado 20, fui sorprendido con el escrito del padre Carlos Giraldo Vélez publicado en esta misma página editorial de LA TARDE con el título El Trigo y la Cizaña. El padre Giraldo me sindica, tomando en cuenta mis "orígenes atávicos" como corresponsable de "toda la gama de crímenes, de vicios y liber­tinaje que están convirtiendo a nuestra patria en inmunda cloaca de pecado", haciendo extensivo el juicio de su prejuicio troglodita a todos quienes con orgullo llevamos el apellido sem­brado en esta tierra por el bisabuelo Jorge Enri­que Federico.



Entre los dos acontecimientos existe una conexión indiscutible que invita a matar dos pá­jaros con una-misma piedra. De entrada, pido al lector intentar, partiendo de sus propias viven­cias, hacer una diferenciación entre cristianismo - catolicismo, entre lo que es o puede ser la iglesia de Cristo y lo que es y ha representado en la historia la jerarquía católica. En este contexto invito a reflexionar sobre las diferencias entre un cura como Camilo Torres Restrepo y un Monseñor Gaitán Mahecha, entre un padre Theilard de Chardin y un obispo Lefevre, para no citar sino dos ejemplos, y sugiero pensar también en las posibilidades de ser cristiano sin ser católico, de ser jerarca de la iglesia católica sin ser cristiano, etc. etc., con lo cual seguramente evitaremos creer que se trata de "honduras teológicas" de esas para dejar a los doctores que la Santa Madre Iglesia tiene, sino que se trata de cosas simples y elementales que nos permiten entender cómo el padre Giraldo Vélez en forma maliciosa y torticera presenta a toda una estirpe como anticristiana para justi­ficar sus propias funciones en el mantenimiento de una situación de opresión y de humillación espiritual de todo un pueblo.

El prurito o escozor que mi "atrevimiento" al criticar pronunciamientos de la jerarquía ca­tólica colombiana, despertó en el padre Giraldo, la picazón o rasquiña que le provocó mi "osa­día" de hacer reflexiones tan relativas como pueden serlo las de cualquier iglesia o persona natural, constituye un serio indicio —como dicen los abogados— de que Giraldo Vélez pertenece a la especie de ciertos curas doc­trineros cuya historia vale la, pena recuperar como historia del fanatismo antilibertario en esta región, al estilo del cura Clímaco Gallón quien a fines del siglo pasado declaró la guerra al cadáver de mi bisabuelo a quien apodó "el profanador", obligando a sus descendientes a hacer nido aparte para el reposo eterno en la ancestral Riosucio, el padre Giraldo hace parte indudablemente de la clase de curas politi­queros y fanáticos al estilo del "monito crespito que era todo un ají", presbítero Juan de J. Herrera, quien en los años 30 negaba el sacramento del matrimonio a los liberales en virtud de su odio enfermizo a los mismos, conducta clerical que precisamente es la que explica la anécdota 'narrada por el Dr. Otto Morales Benítez y, que nos compromete para otra oportunidad a hacer la historia de los ma­trimonios civiles en esta región.



Los comentarios del padre Giraldo, en el contexto de la misma historia regional, se asemejan a los silbidos de las calaveras clava­das en estacas en la cuchilla de Naranjal, y para terminar esta nota que se nos está alargando, me limito a recordarle al padre Giraldo Vélez la afirmación de Diderot: "Persuadir a imi­tación del Salvador, que dejaba a cada cual la li­bertad de seguirle, mientras que el diablo, como para él no hay verdad, viene con hachas y estacas".



lunes, 28 de enero de 2008

FANTASIAS ONÍRICAS DE UN MINISTRO

En pocas palabras ...


Si así ocurre teniendo la cartera de agricultura,
¿qué tal que tuviera la de defensa?

POR SI NO LO SABIAS O SI LO OLVIDASTE

Con el ánimo de refrescar la memoria a quienes ya conocian de estas historias pero que por alguna razón las olvidan o reprimen en su recuerdo y, de otra parte, invitar a quienes por cualquier motivo y razón "no se han dado por enterados" a que apropien alguna información que les permita aterrizar en la Colombia real del 2008, me tomo la libertad de reproducir la introducción al documento "El Terrorismo de Estado en Colombia" :






INTRODUCCIÓN

Hablar de Terrorismo de Estado en Colombia para muchos parece ser una paradoja. Las autoridades colombianas se precian de ser "una de las más viejas y estables democracias de América Latina", sus gobernantes son elegidos mediante sufragio universal, existen partidos políticos y un parlamento, el último régimen dictatorial se registró en los años 50, desde 1991 rige una nueva constitución política con importante catálogo de Derechos Humanos, e incluso miembros de antiguos movimientos insurgentes hacen parte del aparato estatal.

Sin embargo, el terrorismo de Estado es una realidad en Colombia. Lo que comúnmente se conoce como "guerra sucia" y el fenómeno paramilitar son dos de sus expresiones. Las decenas de miles de personas asesinadas, los millares de torturados, los miles de desaparecidos y los cientos de miles de desplazados en la década de los 80 son un dramático registro de la existencia del terrorismo de Estado.

Esta dualidad "régimen de democracia formal" combinada con terrorismo de Estado ya había sido denunciada en 1986 por el entonces Procurador General de la Nación, Dr. Carlos Jiménez Gómez: " ...no rigen en Colombia una sino dos Constituciones: la que venden en librerías y farmacias, edición en rústica para uso de la generalidad de los ciudadanos, y otra venida sutilmente a pasos inaudibles y sigilosamente entronizada en el corazón de la sociedad del Estado, no se sabe cuando, ni cómo, ni por quién, de uso privativo de las Fuerzas Armadas.".

El modelo de la Seguridad Nacional

Desde mediados de la década de los 60 fue implementado paulatinamente un modelo de Estado, el de la Seguridad Nacional, caracterizado por una alta transferencia de poderes al aparato militar y concentración del poder en el órgano ejecutivo, y basado sobre la actividad criminal del Estado para contener el desarrollo de las luchas de los pueblos latinoamericanos, percibidas como una avanzada del "comunismo" contra la "civilización occidental y cristiana" dentro de una visión dicotómica del mundo.

Este modelo obedeció fundamentalmente a las directrices trazadas por el Pentágono sobre la defensa hemisférica frente a la llamada "amenaza comunista". Según las particularidades de cada país latinoamericano el modelo tomó diferentes formas: dictaduras militares, en unos casos, y regímenes de democracia formal, en otros. La doctrina fue evolucionando, asimilando las experiencias de guerras de liberación nacional, del concepto de "guerra limitada" se pasó al de "conflictos de baja intensidad".

Una de las premisas fundamentales de la doctrina de la Seguridad Nacional es la definición del "enemigo interno". Todo actor político o social que se oponga al estado de cosas existente es incorporado dentro de esa categoría. La destrucción del "enemigo interno" se vuelve el objetivo, sino el fin, supremo del Estado. Todas las fuerzas de la nación deben movilizarse a ese fin, y bajo la suprema égida del poder ejecutivo.

El Estado es entonces una inmensa máquina de guerra cuya función es destruir la "amenaza comunista" interna, y para ello debe movilizar todos los recursos de la nación. La población, recurso humano de la nación, debe ser encuadrada organizativamente para ese mismo fin. "El instrumento de la acción estratégica... sólo puede ser el que resulta de la integración de todas las fuerzas nacionales, de todos los recursos físicos y humanos de que dispone cada nación, de toda su capacidad espiritual y material, de la totalidad de medios económicos, políticos, psicosociales y militares que pueda reunir para la lucha, de su Poder Nacional en definitiva. Y es ese Poder, actuante desde el tiempo de paz... que deberá ser transformado, orientado...asumiendo a partir de entonces su componente militar, exteriorizado en las Fuerzas Armadas, el papel dominante./.../ Maximizar el Poder Nacional...he aquí un deber que no pueden esquivar, de ninguna manera las naciones.." escribía en los años 60 el General Golbery do Couto e Silva, teórico de la Seguridad Nacional y segundo hombre al mando de la dictadura brasilera en 1974.

Esta directriz de la Doctrina de la Seguridad Nacional tuvo su expresión en la adopción por todos los gobiernos latinoamericanos de leyes de "seguridad nacional": decreto 8944 de 1965 en Bolivia, ley 20.840 en Chile, ley 16970 de 1966 en Argentina, ley 48 de 1968 en Colombia, ley 348 de 1968 de Brasil, ley Orgánica de Seguridad y Defensa Nacional de 1976 en Venezuela, ley 275 de 1979 en Ecuador, etc... A través de estas leyes, en todo el hemisferio, se instituyó un similar sistema de "seguridad nacional": órganos supra gubernamentales de conducción de la Defensa Nacional, con un altísimo grado de participación de los militares, generalmente denominados Consejos Superiores de Defensa Nacional; organización y disposición de los recursos burocráticos del Estado para el desarrollo de ía guerra contra el "enemigo interno"; otorgamiento de enormes poderes a las Fuerzas Armadas y subordinación de los demás cuerpos de seguridad del Estado a éstas; regímenes de movilización nacional y organización paramilitar de la población etc....

"La insurgencia subversiva es otro tipo de lucha. En tal caso, se requiere de un nuevo tipo de estrategia, de una diferente clase de fuerza y, por tanto de una nueva y totalmente distinta especie de entrenamiento."3 afirmaría el presidente estadounidense J.F. Kennedy en la academia de West Point. Se abre así la era de la contrainsurgencia. Un pensamiento militar se irá elaborando para ese fin -inicialmente la doctrina de contrainsurgencia y posteriormente la teoría de los Conflictos de Baja Intensidad- y unas fuerzas se constituirán para implementarla y reproducirla- las Fuerzas de Operaciones Especiales, SOF-. "Las destrezas particulares y la capacidad de apoyo que los militares ofrecen para librar la Guerra de Baja Intensidad, se localizan principalmente en nuestras SOF"4 reconocería el secretario de Defensa de Estados Unidos, Gaspar Weinberger. Esas mismas fuerzas que protagonizaron la invasión a Grenada en 1983, y uno de cuyos oficiales, el teniente coronel W.B Taylor, afirmaría al Washington Post "nuestro oficio es matar gente y destruir cosas. A lo largo de los años 70 y 80, los fuertes Bragg, Gulick, Gordon, Campbell, Benning, Lewis, Konx, Blis y Stewart, sedes de las Fuerzas de Operaciones Especiales, forman los militares latinoamericanos en esa doctrina. El "manual de campo 31-20" de 1977, y el "field Manual 100-20 Low Intensity Conftict" de 1981, del Ejército estadounidense, se convirtieron en las biblias de los militares latinoamericanos 1981 y sus contenidos fueron vertidos a los manuales militares latinoamericanos.

El modelo en su dimensión hemisférica fue complementado con instancias de coordinación y promoción. La Conferencia de los Ejércitos Americanos -CEA- se instituyó como el ágora de concertación de estrategias para enfrentar la amenaza hemisférica, junto con la Junta Interamericana de Defensa. Alrededor de éstas gravitan una serie de organismos de coordinación sectorial, de intercambio de inteligencia, etc, así fueron apareciendo organismos como el COPECOM, la CECYTEM, etc... La Agencia Internacional para el Desarrollo, AID, se encarga de asegurar los recursos financieros para la implementación del modelo, mientras que agregados militares estadounidenses y misiones de asistencia militar cubren los aspectos técnicos.

Las instituciones de la Seguridad Nacional.

Colombia no fue ajena a este proceso. Partidos tradicionales y élites económicas concurrieron activamente a moldear este esquema de poder, con la particularidad de armonizarlo con un régimen de "democracia formal". Así se fue dibujando una estructura estatal ideada y concebida para el ejercicio racional, calculado y sistemático de la violencia como forma de hacer política, con visos de legalidad y apariencia de un régimen de Estado de Derecho.

Desde los años 60 fue expedida una abundante legislación que permitió estructurar el modelo del Estado de la Seguridad Nacional. Mediante los decretos No. 1705 de 1960,3398 de 1965 y 1537 de 1974, y la ley 48 de 1968, se creo el Consejo Superior de Defensa Nacional -CSDN-, máximo órgano de conducción del Estado en materia de seguridad nacional, integrado por el Presidente, varios ministros, el comandante de las Fuerzas Militares y el Jefe del Estado Mayor Conjunto de éstas. Asimilado a una estructura de "comando general", el CSDN, presidido por el Presidente y el Ministro de Defensa, establece los objetivos de la seguridad nacional, define sus "enemigos", y señala los medios para alcanzar los primeros y eliminar o neutralizar los segundos. Sus resoluciones no son públicas, a diferencia de los demás actos de la administración. El CSDN es secundado por un "estado mayor conjunto", integrado por el Comando General y el Consejo de Política Económica y Social -CONPES-, en cuyo seno están representados los gremios industriales, financieros y económicos del país. La Administración pública, en todos sus órdenes, es organizada en cinco frentes de lucha: interno, externo, económico, militar y técnico científico.

La estructura es complementada con un amplio arsenal de poderes y facultades atribuidos a las Fuerzas Militares, que a lo largo de las décadas de los 70 y los 80 se han ido acrecentando desmesuradamente. Así, el Decreto 3398 de 1965, más conocido como Estatuto Orgánico de la Defensa Nacional, y posteriormente la ley 48 de 1968, subordinan los demás cuerpos de seguridad del Estado6 al mando de las Fuerzas Militares. Igualmente, estas medidas otorgan la facultad a las Fuerzas Militares de movilizar a la población civil, de organizaría para efectos de la Defensa Nacional, y dotarla de armamento de uso privativo de las Fuerzas Militares. Hasta 1987, las Fuerzas Militares estuvieron investidas de poder para enjuiciar civiles, lo que les permitió a lo largo de varias décadas criminalizar la oposición política y social del país, o sea ai "enemigo interno". Como lo afirmaría el ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Alfonso Reyes Echandía, el juzgamiento de civiles por tribunales castrenses se convirtió en una de las expresiones de la Doctrina de Seguridad Nacional en Colombia.

Los poderes de investigación de las Fuerzas Armadas se fueron paulatinamente incrementando, fundamentalmente a través de la atribución de las Facultades de Policía Judicial a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional. Ello ha permitido al aparato militar un máximo de eficiencia represiva y fortalecer su red de inteligencia, como cuerpo autónomo dentro del Estado. Por un lado estas facultades de investigación han permitido el accionar criminal del Estado, revistiendo de una aparente legalidad operaciones clandestinas y encubiertas de los organismos de inteligencia y viabilizando el despliegue de actividades de inteligencia previas a la comisión de los crímenes. Por otro lado, han posibilitado que estos crímenes queden impunes, retroalimentando así el terrorismo de Estado.

Esta transferencia permanente de poder a las Fuerzas Armadas se hizo fundamentalmente bajo la égida de las facultades de excepción del Estado de Sitio. La casi totalidad de estas normas siguen vigentes en el ordenamiento legal. Como en el pasado, cuando mediante la ley 48 de 1968 se adoptaron como legislación permanente 25 decretos que constituían el cuerpo legal de la Doctrina de la Seguridad Nacional, en 1991 un bloque importante de las medidas de excepción que en los últimos años apuntalaron este modelo fue convertido en legislación permanente por el Gobierno Nacional, en virtud de la nueva Constitución.

"Colombia en un conflicto de baja intensidad"

Este título dado por el Ministro de Defensa en 1989, General Manuel Guerrero Paz, a una de sus intervenciones públicas8 no hace más que reflejar el grado de compenetración de las Fuerzas Armadas de Colombia con la Doctrina de la Seguridad Nacional y sus desarrollos de las teorías de la guerra contrainsurgente y de los conflictos de baja intensidad. En ella, el Ministro de Defensa, bajo la inspiración del pensamiento del general Golbery Do Couto e Silva, afirmó: "Para que la acción antisubversiva alcance este objetivo (destruir al enemigo) debe contar, como premisa insustituible, con la absoluta voluntad del mismo Estado de aplicar en la lucha la totalidad de su poder disponible en los campos político, económico y social...".

La enseñanza de estas doctrinas es uno de los ejes fundamentales de la formación impartida a los oficiales de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional. Todavía más, y como expresamente lo reconociera el Ministro de Defensa General Rafael Samudio Molina"1, la instrucción de estas doctrinas constituye una de las actividades centrales de la Escuela Superior de Guerra e igualmente se imparte a civiles provenientes de importantes sectores empresariales a través, entre otros, del "Curso de Orientación sobre Defensa Nacional - CODENAL" sobre "las generalidades de la doctrina sobre seguridad nacional, el campo militar y la amenaza subversiva en Colombia".

En los últimos 25 años la "Revista de las Fuerzas Armadas" ha publicado, edición tras edición, artículos y estudios de militares estadounidenses, latinoamericanos y colombianos sobre la Doctrina de la Seguridad Nacional y las teorías de la guerra contrainsurgente y de los conflictos de baja intensidad.

Estas han moldeado el pensamiento militar colombiano y se han constituido en el faro ideológico de las Fuerzas Armadas.

El "enemigo interno" en Colombia.

"La guerrilla es apenas un apéndice de la subversión y tiene una importancia menor de la que generalmente se le atribuye; el peligro, en un proceso subversivo, lo constituye lo que los insurgentes han denominado la guerra política o sicológica. Este tipo de guerra está encaminada a tomar el control de los núcleos humanos; a fanatizar al pueblo con ideologías extremistas; a conformar organismos que se encarguen de manipular las masas..." escribió en 1987 el coronel Orlando Zafra Galvis. Las fuerzas revolucionarias "comienzan con un indetectable proceso de infiltración del Estado y del cuerpo social. Implantan células expansivas en puntos neurálgicos: sindicatos, centrales obreras, magisterio, universidades, medios de comunicación, aparato judicial...." concluía en 1988 el general en retiro Alvaro Valencia Tovar. Todo actor político o social que se oponga al status quo ingresa automáticamente a la categoría de "enemigo interno".

Para las teorías de contrainsurgencia sólo hay amigos y enemigos: es una guerra total. "En la guerra moderna el enemigo es difícil de definir... el límite entre amigos y enemigos está en el seno mismo de la nación, en una misma ciudad, y algunas veces, dentro de la misma familia...Todo individuo que de una u otra manera favorezca las intenciones del enemigo, debe ser considerado como traidor y tratado como tal" prescribe un manual del Ejército colombiano.

Centrales sindicales, movimientos populares, organizaciones indígenas, partidos políticos de oposición, movimientos campesinos, sectores intelectuales, corrientes religiosas, grupos juveniles y estudiantiles, asociaciones de vecinos etc... son entonces el blanco a destruir. Todos son, como lo afirmaría el General Luis Carlos Camacho Leyva, Ministro de Defensa de la administración Turbay (1978/1982), el "brazo desarmado de la subversión". Igualmente los organismos de Derechos Humanos ingresan en la categoría del "enemigo interno", e incluso los jueces que intentan investigar los crímenes cometidos por militares son acusados públicamente de ser el "brazo jurídico de la subversión".

El concepto de "enemigo interno" se amplió a todo actor de "desorden social", extendiéndose así a todos aquellos individuos que ocupan roles marginales en la sociedad. Así desde mediados de los años 80, indigentes, mendigos, prostitutas, desempleados, gamines, pequeños ladrones se convirtieron en el blanco de asesinatos sistemáticos, fenómeno conocido bajo el patético nombre de "eutanasia social" o "limpieza social".

Las estrategias de la represión

Las estrategias represivas implementadas para destruir a ese "enemigo interno" han ido cambiando: en cada momento se han combinado diferentes métodos represivos, unos amparados bajo ciertos visos de legalidad y otros típicamente criminales. Así se ha señalado que en la década de los 70 prevaleció una estrategia basada las detenciones y los allanamientos masivos, el procesamiento de civiles por tribunales castrenses y el uso sistemático de la tortura, y respaldada en una serie de medidas legales. La máxima expresión de este modelo lo constituyeron las administraciones de los presidentes Alfonso López Michelsen (1974/1978) y Julio César Turbay (1978/1982). Esta represión "legal" coexistió con operaciones militares de gran envergadura en zonas rurales, en donde el Ejército desplegó un poder de aniquilamiento de la población, como la práctica del asesinato político y de la desaparición. En esa década se registraron 60.325 casos de detención y 1.053 asesinatos políticos.

En los primeros años 80, la estrategia represiva cambió: los mecanismos "legales" de represión perdieron su importancia, y se afianzó la criminalidad estatal. La práctica sistemática del asesinato político y de la desaparición, y posteriormente de las masacres, se vuelven el eje de esta estrategia así como la actividad paramilitar y las operaciones encubiertas o clandestinas de los organismos de inteligencia del Estado. De 260 asesinatos políticos registrados en 1981 y de 525 en 1982115), se llega en 1986 a un promedio mensual de 126.6 asesinatos políticos(16). Así mismo, entre 1980 y 1986, son desaparecidas 844 personas. En 1986, se registraba un promedio mensual de 10 desaparecidos. Entre 1988 y 1991, se registraron 2.289 asesinatos políticos, 6.263 asesinatos por razones presumiblemente políticas y 744 desapariciones "8). Se ha calculado que durante la década de los años 80, se registraron 12.859 casos de asesinatos políticos y que fueron desaparecidas más de 2.000 personas.

Con la consolidación de la Jurisdicción de Orden Público, instrumento judicial de contrainsurgencia que permite una máxima criminalización de la oposición política y social, en 1988 la utilización de medidas legales para implementar "la guerra total contra el enemigo interno" vuelve a aparecer en la estrategia represiva. Pero ésta vez estas se combinan, y en forma accesoria, con accionar paramilitar, las actividades encubiertas de las Fuerzas Armadas, y las operaciones bélicas en los campos. Como un monstruo a dos cabezas, guerra sucia y represión dentro de la "legalidad" se convierten en el nuevo paradigma del terrorismo de Estado. Así, los años 80 significaron la consolidación del terrorismo de Estado en Colombia.

La doctrina de la guerra sucia.

Esa política de eliminación y destrucción del "enemigo interno" implementada a través del asesinato y desaparición sistemática de todos aquellos individuos que encajen en esa categoría, ha sido llamada igualmente "guerra sucia". Esta ha descansado en dos pilares fundamentales: las operaciones encubiertas o clandestinas de las Fuerzas Militares y el accionar paramilitar. Estas son el centro neurálgico de la concepción contrainsurgente del Estado y en particular de sus Fuerzas Militares. Documentos oficiales de las Fuerzas Militares y manuales del Ejército enseñan su importancia y ordenan su implementación.

En cuanto a las operaciones encubiertas existe abundante literatura militar, "todas estas actividades - escribe el coronel Zafra Galvis al referirse a la guerra sicológica o política de la subversión -, que a la larga contribuyen al desgaste del Estado y facilitan la toma del Poder, deben ser controladas por los organismos de inteligencia. El grado de clandestinidad y los diferentes niveles en los que opera esta importante parte de la subversión, obliga a la sociedad y al Estado a que se defiendan y empleen sus cuerpos especializados para controlar todas aquellas organizaciones del aparato subversivo no armado...". Hay que golpear a las "organizaciones de fachada" y a la "población civil que apoya voluntariamente o no a la subversión", para ello el coronel Zafra recomienda "interrogatorios, allanamientos, operaciones abiertas...y operaciones clandestinas" .

La tortura también es doctrinariamente aceptada como un método legítimo en esta guerra. El Ejército colombiano en uno de sus textos de enseñanza reproduce las consideraciones sobre la tortura formuladas por el coronel francés Roger Trinquier. "Pero es necesario que él -escribe Trinquier al referirse al insurgente detenido- al ser tomado prisionero no sea tratado como criminal ordinario ni como un prisionero hecho sobre el campo de batalla. En realidad, lo que buscan las fuerzas del Orden que lo han arrestado no es castigar un crimen... sino como en toda guerra, la destrucción del ejército adversario o su rendición. Se le pedirá... informaciones precisas sobre su organización./.../En este interrogatorio no irá asistido por un abogado. Si da con facilidad las informaciones pedidas, inmediatamente se terminará el interrogatorio; sino especialistas deberán por todos los medios arrancarle el secreto. El deberá entonces como el soldado, afrontar los sufrimientos y seguramente la muerte que pudo evitar hasta ahora".

Los manuales de las Fuerzas Militares abundan en disposiciones sobre operaciones encubiertas, creación de grupos paramilitares, etc. Así por ejemplo, en el manual "Instrucciones generales para operaciones de contraguerrilla" de 1979 se pueden encontrar el siguiente tipo de disposiciones: recomendaciones sobre el uso "de agentes clandestinos de civil, que cumplan y simulen acciones de bandoleros" y la realización de operaciones sicológicas como el "boleteo al personal de lista gris o negra que no quiere colaborar con la tropa, para obligarlos a que se descubran; atemorizarlos haciéndoles creer que están comprometidos y que deben abandonar la región".

"Si una guerra limitada convencional entraña demasiados riesgos, entonces las técnicas paramilitares pueden proveer una manera segura y útil que permita aplicar la fuerza a fin de lograr los fines políticos" se señala en la edición No. 83 de 1976 de Revista de las Fuerzas Armadas'. Corno expresamente lo manifiesto en 1988 el Ministro de Defensa, General Manuel Jaime Guerrero Paz, "el concepto de baja intensidad no hace relación al objetivo que normalmente es tan trascendental como el de una confrontación de alta intensidad, sino a las tácticas y procedimientos empleados, entre los cuales es connatural a su modus operandi el terrorismo, arma fundamental para el dominio de la población por el terror...".

Creados desde de los años 70 bajo el amparo del Estatuto Orgánico de Defensa Nacional (decreto 3398 de 1965 y ley 48 de 1968) con el nombre de "autodefensas", los grupos paramilitares se enmarcan dentro del modelo de la Seguridad Nacional, como un instrumento auxiliar del Ejército de implementación de la estrategia contrainsurgente y de los conflictos de baja intensidad, para asegurar y mantener el control local de la población y del territorio. Los manuales del Ejército son claros en este punto: todos ordenan crear estos grupos.

Los reglamentos de combate de contraguerrillas expresamente ordenan crear estos grupos. En su versión de 1969 se puede leer los siguientes apartes: "la junta de autodefensa es una organización de tipo militar que se hace con personal civil seleccionado de la zona de combate, que se entrena y equipa para desarrollar acciones contra grupos guerrilleros que aparezcan en el área o para operar en coordinación con tropas en acciones de combate... (o en zonas de no combate) para prevenir la formación de grupos armados... Una red de juntas de autodefensa, controladas por el Mando militar, representa un instrumento poderoso para la defensa de la nación contra ataques exteriores o interiores. Su organización debe, por lo tanto, estar bajo la dependencia militar en todo momento./... (el Ejército debe) prestar el apoyo necesario para su adquisición (de armamento) y expedición de salvo conductos. En algunos casos pueden dotarse gratuitamente...se pueden dotar de armas y municiones de uso privativo de las Fuerzas Militares"".

Ese mismo manual en su edición de 1987, expresamente señala: "La guerra de contra insurgencia, llamada también contra revolucionaria o anti subversiva, es aquella que lleva a cabo el gobierno apoyado por una gran porción de la población civil de un país empleando acciones políticas, económicas, sicológicas, militares y paramilitar contra las fuerzas insurgentes para prevenir o eliminar el proceso revolucionario y garantizar que no vuelva a presentarse". Este manual prescribe la creación de los grupos paramilitares, con funciones de tanto defensivas como ofensivas en el plano militar, de ocupación de territorio y control y registro de la población, etc....
Igualmente el "Manual de combate contra bandoleros o guerrilleros", ordena la creación de las juntas de autodefensas. "Organizarías, instruirlas y apoyarlas debe ser un objetivo permanente de la Fuerza Militar... Las juntas de autodefensa proporcionan información. Niegan áreas al enemigo. Suministran guías para las operaciones militares. Patrullan sus propias zonas. Suministran apoyo logístico a las patrullas. Cumplen misiones de inteligencia y contrainteligencia... Su colaboración y esfuerzos se retribuyen con municiones para revólver y escopetas, dinamita, salvoconductos, patrullaje militar...".

El manual "Instrucciones generales para operaciones de contraguerrilla" de 1979, expresamente considera como uno de los "factores que influyen positivamente en las operaciones de orden público., la organización de grupos de autodefensa a nivel de caserío y veredas con el fin de que los habitantes del área contribuyan en forma activa en la lucha".

Hoy día importantes regiones están bajo control de grupos paramilitares, con el directo apoyo del Ejército. Pero el fenómeno, como todo el de la guerra sucia, no es exclusivamente militar. Hay que anotar que, desde los años 80, importantes sectores de empresarios cafeteros e industriales, ganaderos y latifundistas, así como de los partidos políticos tradicionales se sumaron al paramilitarismo. Posteriormente, sectores de narcotraficantes entraron a apoyar grupos paramilitares.

El terror como política de Estado.

"El ejercicio criminal del poder supremo del Estado, sin estar sometido a control alguno, mediante un sistema organizado y alentado desde sus estructuras para el logro de sus fines es lo que se ha dado en llamar Terrorismo de Estado". Esto es precisamente lo que ha existido en Colombia en las últimas dos décadas: eliminación sistemática de los opositores, criminalización de amplios sectores de la población, práctica masiva del asesinato político y de la desaparición, generalización de la tortura, poderes exorbitantes de los cuerpos de seguridad, legislación de excepción, etc....

El terrorismo de Estado en Colombia es una realidad: tiene sus instituciones, su doctrina, sus estructuras, sus disposiciones legales, sus medios e instrumentos, sus víctimas, y sobre todo sus responsables. Los primeros se conocen, los últimos no. Este es un aporte para ponerlos al descubierto."

domingo, 27 de enero de 2008

COMBINACIÓN DE TODAS LAS FORMAS DE LUCHA

!DE PELÍCULA!
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LECTURA RECOMENDABLE DEL GIGA:
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