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La lectura de recientes pronunciamientos en solidaridad con el sociologo
Miguél Angel Beltrán Villegas, me hizo recordar que entre mis papeles conservaba un escrito de
Héctor Abad Gómez publicado en el diario EL MUNDO de Medellín el jueves 30 de agosto de 1979, el cual sin más palabras reproduzco a continuación:
LA SUBVERSIÓN CULTURAL
Héctor Abad Gómez
El problema del Dr. Guillermo Herrera Carrizosa, de qué hacer con los artistas, intelectuales, pintores, escritores, filósofos, científicos, catedráticos, literatos y pensadores que se oponen a las medidas de fuerza que buscan conservar o implantar determinadas ideologías o sistemas religiosos, económicos o políticos, ha sido un viejo dilema que se ha presentado desde tiempos antiguos a los detentadores del poder.
¿Qué hacer con estos seres indefensos, débiles, algunos demasiado jóvenes, otros demasiado viejos, generalmente extraños, que no se visten ni actúan como la gente decente, como las buenas y sensatas gentes que aceptan lo establecido, sino que se les ocurre pintar, escribir, hablar y comportarse en una forma en que a los dirigentes naturales les parece tan saldo de tono, tan incompatible con el sistema, tan irritante y hasta tan “subversiva”?
Es probable que la gran perplejidad del Dr. Herrera pudiera atenuarse si investigara qué hicieron con el loco que salió gritando Eureka, cuando encontró con su propio cuerpo cómo podría medirse la densidad de los cuerpos en relación con el agua. O lo que hicieron con Sócrates cuando se le ocurrió que las cosas no iban tan bien en Atenas como la gran mayoría de los atenienses parecían creer. O qué, a quién se le ocurrió hacer una casa en las afueras de las cavernas, cuando todos los cavernícolas estaban tan contentos en sus confortables cuevas.
Podría preguntarle también a Savonarola qué aconsejó hacer con los desidentes religiosos en el Renacimiento. O averiguar qué hizo Hitler con Eistein y los demás sabios alemanes que no se acomodaban a pensar exactamente como los dirigentes del nazismo. O qué hizo Stalin con los que no compartían sus tesis. O qué hacía Somoza con los que se oponían a lo que él pensaba. O qué están haciendo Pinochet y Videla con los que se oponen a sus nuevos modelos económicos y políticos, impuestos a la fuerza.
Asi saldría el Dr. Herrera Carrizosa de su enorme perplejidad acerca de qué hacer en Colombia con los que disentimos con el estatuto de seguridad, con las torturas, con los allanamientos, con las arbitrariedades, con la implantación a la fuerza de un injusto orden económico internacional dictado por los poderos, por las metrópolis, por el Chase Manhattan Bank, por los hermanos Rockefeller, por los Kissinger, por Sha vagando por el mundo, con sus todavía repletos bolsillos de decenas de millones de dólares y por todos los demás amigos, nacionales e internacionales del Dr. Herrera.
Sus dilemas han sido, Señor Doctor, los dilemas de todos los fanatismos, de todos los poderes absolutos, de todos los totalitarismos y de todos los poderes establecidos de muy diverso carácter que en el mundo han sido.
Usted puede escoger cualquiera de los modelos que acabo de relatarle. Y aconsejarle el que más le plazca a sus amigos, que pudieran tomar la decisión. Dos cosas si me gustaría recordarle, Dr. Herrera: la una es un pensamiento de Erich Fromm, a quien usted debe conocer muy bien. Decía este disidente e inquieto psiquiatra: “Si no fuera por aquellos que en un momento dado de la historia fueron capaces de pensar distinto a lo que piensa el rebaño, la humanidad estaría todavía en la edad de las cavernas”.
Y este otro de Benjamín Franklin, a una señora que le preguntaba si la Constitución Federal de los Estados Unidos de Norteamérica, que él había ayudado a redactar en 1787, no sería “demasiado liberal”. Franklin le contestó a tan dignísima dama: “Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial cambio de una pequeña seguridad transitoria no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad”. Tal vez con esos ejemplos, Dr. Herrera, de esos subversivos de distintos siglos pudiera usted resolver, así fuera parcialmente, su enorme, su difícil, su interesante, su oportuna y su tan rápidamente citada y acogida perplejidad.
El Mundo, jueves 30 de agosto de 1979
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