domingo, 31 de enero de 2010

CON LOS OJOS ABIERTOS …

 

 

El viernes 23 de noviembre de 1979 el diario EL MUNDO publicó un editorial en el cual se ocupó de la relación UNIVERSIDAD – SUBVERSIÓN y ahora, a raíz de lo que se ha desatado por la propuesta gubernamental de vincular a los estudiantes universitarios con redes de informantes, resulta pertinente recordar el contenido del aquí reseñado editorial:

 

 

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“CON LOS OJOS ABIERTOS

 

Tal vez la posición más fácil frente a la estúpida actitud del grupo guerrillero que asesinó al ex ministro Rafael Pardo Buelvas y que ahora fue abatido y desmembrado por las fuerzas de seguridad, sea la de calificarla de estúpida. Así se ha hecho desde la derecha y desde la izquierda, y los más caracterizados voceros de las distintas agrupaciones políticas se apresuraron a condenarlo, sin parar mientes en la situación que los llevó a esa actividad sin sentido. No pretendemos justificar, de ninguna manera, la violen­cia como un mecanismo de defensa, y ya la hemos condenado en muy diversas oportunidades como para que se pueda dudar de nuestra posición enfática al respecto. Pero no podemos menos de encontrar que en la conformación de la célula extremista y en los crímenes que alcanzó a cometer antes de su aprehensión, hay más de un motivo para que la sociedad reflexione sobre sí misma, sobre las contradicciones que enfrenta, sobre las desigualdades que padece.

Para comenzar, la totalidad de los miembros del comando son alumnos de la Universidad Nacional, donde se reúnen los jóvenes con mayor capacidad intelectiva, ya que el volumen de aspirantes determina que el puntaje para la admisión sea el más alto del país. No puede afirmarse, como lo hizo alegremente un órgano oficioso del gobierno, que esta es la primera consecuencia de una despreve­nida acción oficial, que impulsa la crítica violenta de los medios juveniles por medio de obras de teatro, ediciones de libros y, en forma directa, desde la cátedra universitaria. Ese es un obvio lla­mado a la represión, a la coacción indebida sobre el pensamiento. Antes bien, esta actitud es producto de un descontento, que se en­cuentra contra la pared, que no puede manifestarse en forma abierta. Porque, no nos cansaremos de repetirlo, es necesario oxi­genar nuestro ambiente político. Es indispensable que en los me­dios castrenses y judiciales se entienda de una vez por todas que la crítica no es subversión, y que el disentimiento es una de las liber­tades consagradas en la Carta. La nación debe enfrentar seriamen­te un debate sobre los grandes problemas que la agobian. Es impo­sible que los más diversos sectores continúen con los ojos cerrados ante la miseria, ante el hambre, ante la falta de empleo. Las es­tadísticas que publica el gobierno demuestran muy a las claras que no vivimos en la región más trasparente, y que nuestra situación social y económica puede hacer crisis de un momento a otro, sin que ningún dique contenga una avalancha ante la cual se han man­tenido desde siempre actitudes de desgano y de indiferencia. Los guerrilleros urbanos detenidos son, además, miembros de una familia honorable, a la que distinguen todas las virtudes que quieran encontrar en ese núcleo de la sociedad los más rígidos je-racas de la Iglesia Católica. Hay que ver en ellos una actitud política desviada y torpe pero plena de decisión. Ninguno actuó movido por el egoísmo. Esto es necesario decirlo y enfrentarlo con toda la claridad que se requiere en un punto vital para la subsisten­cia de nuestras instituciones. Todos llegaron a la delincuencia to­mando como punto de partida la generosidad, el desprendimiento absoluto. Camino erróneo y terrible, claro está, pero camino que debí ser analizado y sopesado debidamente, sobre el cual se debe volví una y mil veces antes de que sea tarde.

Los guerrilleros urbanos, que ahora comienzan a purgar su condena como enemigos de la sociedad, son una voz de alerta: algunos núcleos de nuestra organización, precisamente los más capacitados para desarrollar una tarea en beneficio del país, se han colocado al borde del abismo y enfrentan el deses­pero como una manifestación política. Ese proceso, no sobra re­cordarlo, ya se vivió antes. En la Rusia de los zares, por ejemplo. En la Alemania de la primera postguerra. En una y otra, la liber­tad era una simple fórmula, sin asidero real de ninguna especie. Como en Colombia, que cada día se amolda más a esa torpe ficción de medio pelo.”

 

 

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http://www.semana.com/noticias-nacion/propuesta-insensata/134334.aspx

 

 

 

 

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