Algunas ideas
Revolcando papeles encontré algunas anotaciones hechas a finales de los setenta. Las notas en cuestión que fueron tomadas por descuido sin referencia a la fuente las considero de algún interés para la comprensión de problemas actuales.
Una de las primeras afirmaciones que nos pone a pensar es la pregunta de si la mafia es una reglamentación anormal, entonces cuál es de antemano ,1a reglamentación normal ?. La respuesta que debe quedar moviéndose entre los vericuetos de la conciencia social, puede apoyarse en consideraciones como que la mafia se configura como algo anómalo en el Estado Liberal ,como un connato de poder local, como un MINI-ESTADO que nunca se eleva al rango de ANTI-ESTADO sino sólo de CO-ESTADO . Condición ésta que en alguna medida es admitida, consentida o tolerada,
El problema de la relación entre la mafia y el Estado Liberal ha sido ya objeto de análisis en otras latitudes y quitando lo que hay que quitar „dicho análisis puede tener interés para nuestra propia tarea de reconocer lo que ocurre o ha ocurrido en nuestro propio medio» Claro que el asunto no es sencillo de resolver más si se reconoce que la mafia es una FRANJA SOCIAL PARASITARIA, colocada en los puntos estratégicos del circuito de la distribución caracterizada por la ejecución de unos ESTATUTOS ANORMALES QUE SE SUSTRAEN A LAS INSTITUCIONES DE LA VIDA PUBLICA, es una franja ..como se ha dicho tolerada, en la medida en la cual los diferentes elementos integrantes de la llamada seguridad pública en el Estado Liberal ,establecen contra los malhechores un especial modus vivendi que garantiza de manera bilateral un estado de no beligerancia, una especie de armisticio que asegura a los delincuentes la libertad de acción dentro de ciertos límites de espacio ,tiempo y medida-No otra cosa podemos observar en la historia colombiana hasta el momento en el cual un sector de la mafia, concretamente el vinculado con el narcotráfico (esta es nada mas que una especie dentro del genero mafia) rebasa los límites y su acción atenta ya contra la seguridad de sectores o grupos de intereses que constituyen el primer sustento de ese llamado Estado Liberal.
Lo anotado corresponde a lo que puede denominarse una ley autoreguladora del estado rapaz: los delincuentes (mafiosos) se combaten cuando infringen las reglas del juego, cuando esa clase de nuevos ricos a medio camino entre la aristocracia y las masas populares, se sale de los limites acordados consuetudinariamente y llevan a cabo acciones de tal resonancia que no pueden ocultarse.
Valdría la pena discutir si la franja narcotraficante de la mafia colombiana no se hubiese propuesto disputar el botín político a los grupos económicos tradicionales representados en el Congreso, si ese grupo de "los emergentes" no hubiese traspasado las barreras del consentido asesinato de los líderes de la oposición al sistema vigente, matando o poniendo en peligro la vida de distinguidos miembros de las clases dominantes, si entonces con ellos no habría tenido cumplimiento aquella constante del desarrollo social según la cual la riqueza redime de la ferocidad transformando rapaces aventureros en propietarios respetables ?.No era acaso esto lo que estaba ocurriendo hasta los primeros meses del gobierno de Betancur?. La propuesta de entonces de reforma tributaria, de amnistía, etc.„ ,no encuadraba acaso dentro de ese propósito de "garantía bilateral de no beligerancia" ?
Son en verdad muchos los interrogantes que pueden plantearse sobre el tema propuesto y uno de ellos podría ser la cuestión acerca de si una vez superado o controlado el problema del narcotráfico (hipótesis remota pero teóricamente probable), quedaría superado el problema de la mafia en general?. Es acaso posible en las condiciones colombianas impedir la consolidación de grupos parasitarios alrededor de los centros de poder?.
De todas maneras y como lo expresara Ariane Barth en un ensayo publicado por "Die Spiegel" al comenzar éste año, y en lo que hace relación con la lucha contra las mafias de narcotraficantes, el precio que debe pagar un Estado de Derecho para mantenerse como tal en esa confrontación y no convertirse en una plaza de ejercicios o maniobras para organizaciones secretas, es bien alto. Es casi imposible, para no ser negativistas, contrarrestar la capacidad de las gigantescas fortunas para comprar funcionarios de policía, de aduana, jueces, políticos, etc. etc., por esto parece más racional el argumento de que frente al fenómeno del cual nos estamos ocupando, solamente hay una defensa y es el progreso civilizado y no la represión.
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