sábado, 22 de marzo de 2008

EL OBISPO GÄRTNER




Reproducido de Alfredo Cardona Tobón, LA PATRIA, DOMINICALES. Dic. 1991





COMO EL ROBLE






ALFREDO CARDONA TOBON






Un gran roble marcaba el final del ascenso de la loma tapizada de cafetos y guamos. Desde cuadras atrás el árbol majestuoso se recortaba contra el firmamento: fuerte, vital, pleno de pájaros y trinos... era uno de los últimos sobrevivientes del bosque centenario que un día pobló de gigantes el espinazo de la cordillera.







Cada vez que contemplaba el roble sacudido por los vientos y la lluvia o acunando plácidamente los rayos de sol de la alborada llegaba a mi memoria el tío Mario: corpulento, irradiando energía y optimismo, dicharachero, con su espíritu de caja de música, encima siempre de este mar de chamizos secos.





Un día llegue al recodo del camino y mire el horizonte en busca del roble de mi parcela. Ya no estaba. Un rayo lo había destrozado. Con dolor vi nidos y orquídeas carbonizados en medio de las astillas y la hojarasca revuelta de la ladera. Cuando Mario Gärtner Gómez con sus noventa y pico de años entrego su alma al Creador no quise verlo vencido como el coloso de mi montana, preferí llorarlo a distancia y recordarlo enhiesto y vibrante desafiando temporales o arrullando tórtolas y nietos.




Hace unos ciento veinte años un minero alemán engatusado por el trópico y por las "ilusiones" mineras pregonadas por los empresarios ingleses remonto el rio Magdalena, cruzo el paramo de Herveo y se interno en los socavones de Mar mató. Traía el coraje prusiano, honradez acrisolada y un anticlericalismo exacerbado, nacido en el viejo continente al mirar la asociación mezquina de la iglesia de entonces con los príncipes y explotadores. No tardo el inmigrante en afiliarse al radicalismo liberal, enemigo de curas y sotanas y acercarse, obviamente, a los Cataños y a los Ortiz, familias de sangre alborotada que trocaban a la primera oportunidad el almacofre por el sable en las continuas luchas partidistas.




El arisco teutón se unió en matrimonio a una hermosa caucana. A sus nietos se le agrego sangre antioqueña y apareció Mario Gärtner Gómez que hizo parpadear la breñas de Quinchía, tan acostumbradas a Tapascos y Aricapas, cuando el monito anuncio a gritos su presencia en el mundo al empezar el siglo veinte.




Aun escuelero Mario inicio su periplo por el norte del Viejo Cauca. Su padre Elías también tentado por las "ilusiones" del oro vadeo el rio Risaralda con los muchachos en cajones a lado y lado de las mulas, con las gallinas en capachos y dona Angelina refunfuñando por lo bajo y sacándole el cuerpo a toda clase de bichos. La familia cruzo el rio Cañaveral, trepo por la empinada cuesta de Ansermanuevo y se interno en las selvas del Valle del Cauca. Cuando los perros apenas se sostenían en tres patas y no quedaban alpargatas de repuesto de tanto caminar, apareció el recién fundado pueblecito de Versalles donde los recibió amorosamente el padre Marco Antonio Tobon Tobón, entonces encargado de la feligresía.




En 1908 la situación era tirante entre paisas y caucanos. En Ansermanuevo hubo enfrentamientos sangrientos, al igual que en Pereira y Roldanillo.





Los inmigrantes antioquenos también encontraron repulsa en Versalles. En la escuela Mario debió defenderse a pescozones y proteger a golpes de cañabrava a los hermanos menores.




Después de meses de inútil batalla con la maleza y con el medio don Elías arruinado y cansado regreso al alero generoso de Quinchía. Cuando Mario termino sus estudios primarios don Elías repaso de nuevo el Risaralda para llevar a su muchacho mayor a estudiar en Santuario en el colegio de secundaria regentado por el padre Marco Antonio Tobon.




Santuario era una villa progresista dirigida por un grupo excepcional. Se editaban cinco periódicos a principios de siglo, contaba con una revista mensual, imprenta, varias escuelas y con grupos literarios y científicos. Eran los tiempos en flor de la provincia, cuando a los pueblos llegaban publicaciones de todo el mundo y sus líderes hablaban de tu a tú con los de la capital caldense. En este ambiente abierto se formo Mario Gärtner Gómez bajo la tutela del padre Tobon, hombre bueno y tolerante, humanista y guía sin par de juventudes.




La labor soterrada de gentes retrogradas acabaron con el colegio de San Agustín, dizque porque era un nido de masones. Los anos comprobaron que en ese centro educativo se formo el grupo más selecto que haya tenido jamás el occidente del Viejo Caldas. Por alii desfilaron un gobernador del Valle, un monseñor, médicos, sacerdotes, ingenieros y abogados notables y ciudadanos ejemplares y patriotas como Mario Gärtner. Muy jovencito aun Mario debió enfrentarse al mundo. Cuando apenas le asomaba el bozo abrió monte por las soledades del rio Monos y cultivo frijol y maíz para comprar libros y atender a las necesidades estudiantiles. Aprendió joyería, se hizo un experto en filigranas y engarces, en ligas y amalgamas con tal arte que en más de una ocasión le propusieron que falsificara libras esterlinas. La vida de Mario fue inmaculada, semejante quizá a la de aquellos patriarcas bíblicos severos y duros y también justos y rectos.




Hacia los años veintes inicio la carrera burocrática respaldado por su tio Melquisedec Gómez, cacique pueblerino que manejo la indiada quinchiena y defendió su causa, enfrentándose a los angurriosos pobladores paisas del municipio artificial de Nazareth, creado por los amigos de Núñez con el unico fin de doblegar los resguardos nativos y alinearlos en las filas conservado-ras.
En esa década revivió el anticlericalismo en varias regiones colombianas debido a la intromisión descarada de la iglesia en la política nacional. En Quinchía se presento un grave enfrentamiento entre el párroco Herrera y los campesinos liberales. Fue un cheque virulento cargado de odio y de ofensas. Los labriegos se alejaron del templo, enterraron sus muertos en cementerios civiles y optaron por legalizar civilmente las uniones matrimoniales, suceso en ese entonces-inusitado y escandaloso.

El cura Herrera enardecido amenazo con el infierno al "Obispo Gärtner" quien en condicion de juez había dado su bendición a más de cincuenta parejas. Entre los Gärtner y los clérigos existió una extraña repulsión.




A Carlos Gärtner, senador por el Cauca, casi no lo casan en Riosucio, debió intervenir al Nuncio Apostolico para que le administraran el santo sacramento. A los hijos de don Elías no los quiso bautizar el párroco Gallón, quien también les negó la sepultura en Riosucio, Mario se enfrento al presbítero Herrera y cuando Jorge Gärtner fue postulado como gobernador de Caldas todas las fuerzas eclesiásticas pusieron el grito en el cielo tildándolo de ateo. La explicación de esos enfrentamientos absurdos tiene su explicación: Los Gärtner de entonces representaban la fuerza de la provincia de Marmato que se opuso a la hegemonía azul en tal región.




En la república liberal Mario fue juez en Anserma y notario en Santa Rosa de Cabal. Luego se traslado a la notaria de Calarca donde se jubilo. Vivió en Medellin y en Pereira. En todas partes dejo amigos y recuerdos. Recibió el don divino de la palabra fácil, del gracejo y la conversación deliciosa. Fue prototipo de esa época rosa donde se sobresalía por capacidad y la estirpe se dignificaba con el trabajo.




Fue creyente sin compromisos. Amo a su terruño como pocos y a su patria. También, por esos raros llamados de la sangre, añoro a esa lejana Alemania separada por la distancia y por los Gómez, Cataños, Murillos que se alojaron en sus células vitales. Recuerdo los postreros años de la segunda guerra mundial cuando en su casa se respiraba el triste ambiente de la derrota del Eje, no por la admiración a Hitler, pues Mario era demócrata convencido, sino por el dolor de un pueblo que alcanzaba a latir en los repliegues profundos de su alma. Recuerdo también aquella navidad en Santa Rosa de Cabal en la cual descubrí al Nino Dios disfrazado de Mario. Ese 24 de diciembre estaba en casa de tía Ester. Presentía que el aguinaldo no llegaría por estar lejos de casa. No podía dormir, me hacían falta papa y mama... lloraba en silencio ahogando mis gemidos en la almohada. De repente algo se movió en la penumbra. Despacio... despacio alguien se acerco a la cama. Cerré los ojos, fingí estar profundamente dormido mientras mi inolvidable tío político colocaba el "traído" debajo de la almohada.




Con la muerte de Mario Gärtner se empieza a cerrar un capítulo de la historia del occidente del Viejo Caldas, con Carlos Styles, Alejandro Brad, Zósimo Gómez y unos pocos sobrevivientes constituyo el testimonio de una cultura que casi ha desaparecido para dar paso a la era de los "emergentes", la cobardía y el oportunismo.








tomado de Alfredo Cardona Tobón, LA PATRIA, DOMINICALES. Dic. 1991.












ester -mario






el Abuelo paliquiando en Santafé de Antioquia.





tomandose una fria













con las hijas y una nuera











con algunas nietas

















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