para no olvidar
***
Son muy raras ya dentro del aburrido panorama cotidiano, las noticias tan llenas de emoci6n, de color y de penetrante exotismo como esta que nos comunican ayer de la Costa; en las llanuras semicivilizadas de Bolívar, los indios se comieron a dos comerciantes. Es decir, un caso de antropofagia con todos sus caracteres primitivos, como ya casi no se produce en el mundo. Para encontrar la descripción de una escena semejante tendríamos que recurrir a los viejos libros sabidos y resabidos de Julio Verne o a las arcaicas crónicas de Indias.
Sin embargo, no podría haber nada más lógico, más natural y hasta más conveniente que la antropofagia; porque es evidente que la carne humana debe de reunir, distribuidas en la proporción necesaria, la cantidad de sustancias más apropiadas para el alimento del hombre mismo. La carne humana es verdadera-mente el producto de una selección de elementos nutritivos verificada en ese misterioso laboratorio del organismo; al comerla, es claro que nuestro cuerpo no tendría el trabajo de eliminar nada o casi nada; todo seria en ella aprovechable y nutritivo. He ahí el alimento completo, perfecto, integral!
No es muy difícil comprender que, por ejemplo, a una señorita convaleciente para que se robustezca rápida y completamente deberían darle carne de señorita gorda; y a un boxeador, carne de boxeador; y a un niño, carne de niño. Cada organismo podría asimilar así, fácilmente, las sustancias afines que necesita, en cierta proporción y cantidad matemáticas y que no pueden encontrarse sino en otro organismo semejante.
Es indudable que la ciencia moderna va derivando fatalmente hacia ese concepto terapéutico, el más lógico y el más eficaz de todos; ya existe una cantidad considerable de elementos medicinales que no son sino extractos orgánicos que irán a robustecer las partes similares deterioradas o fatigadas de nuestro cuerpo. Y se está propagando la creencia científica de que ciertas glándulas humanas asimiladas en alguna forma por el organismo, la rejuvenecen y hasta lo resucitan; el jugo de las glándulas adrenales inyectado sobre el corazón revive a los asfixiados y resucita realmente a los niños que nacen muertos, Esas no son, sino mane-ras científicas e indirectas de comerse uno a sus semejantes. Ese viejo precepto latino de "similia similibus curantur” es una verdadera insinuación de antropofagia.
Desgraciadamente, desde hace tiempos, los prejuicios éticos y sociales, y no sé qué invertido concepto de caridad, han colocado la carne del hombre civilizado bajo la protección de la ley, en una forma absoluta, Esta establecido que todos los animales se pueden comer, menos uno. Y esta excepción como todas las excepciones impuestas violentamente, es algo absurdo," algo contra que tendrán que reaccionar al fin los mismos hombres.
Y sin embargo, la carne del hombre civilizado debe ser sencillamente deliciosa. El hombre civilizado es un animal refinado y cuidadosamente cebada; se prepara durante toda su vida como para que se lo coman. El uso del traje y la selección especial de las alimentas, hacen de su carne alga tierno, blanco y verdaderamente suculento. Hay veces que, al ver, por ejemplo, las orejas pequeñas, vivas y rosadas de esa dama rozagante que encontramos, la primera impresión imparcial que sentimos es la del hambre; y pensamos cuan agradables serian esas orejas fritas o cocinadas en una roja salsa de tomate.
¡Ah, yo confío en que, para bien de la humanidad, llegara pronto el día de la libertad de antropofagia! "
1 comentario:
Me parece muy interesante su punto de vista, es una optica in-moralizada y realista. Nos parece abominable comer carne humana, porque aprendimos y nos acostumbramos a sentirlo así. Sin embargo aunque es tan lógico, que seamos antropófagos, me da un asco terrible pensar en comer o ingerir un bocado de carne humana.
Publicar un comentario