sábado, 23 de mayo de 2009

Hildegard Knef - Seeräuber Jenny - Pirate Jenny - live

Un puente que esperaba cruzar "por debajito" metido en aguas del derecho penal internacional, finalmente hizome cambiar dejandome llevar a las profundas y nada fáciles de manejar, aguas de YouTube.

Los años sesenta me atraparon y algunas conversaciones con mi hermana Blanca Luz recordando momentos de entonces hicieron propicio que me dejara atrapar por un remolino de las mas "raras" combinaciones: Hildegard Knef, Bertold Brecht, Sartre, Elvis Presley, Los Tolimenses, Pablo Gallinazos. El Manual de Criminología de César Herrera todavía -al momento de digitar estas palabra, pasó transitoriamente a un segundo plano y la única justificación que se me ocurre para esta "negligencia" es que aproveché los momentos escuchando a Macky Messer en jijuemil interpretaciones, para pensar y repensar el caracter global, universal, simplemente humano de los mackymesserianos, o mejor expresado: la mackymesserianidad.

En esas condiciones podrá entenderse la emoción al sentirme tan cerca como nunca antes me fuera posible estar, de Jenny (para mi es Jenny la Pirata y no Jenny de los Piratas). Y, bien aquí dejo esta nota y mejor participo algo de lo vivido:



Aquí "entre nos", entre Juana de Arco y Jenny la Pirata, optaría por esta última para expresarle simpatía.



Señores: hoy me ven fregar vasos

y soy yo quien les hace la cama.

Gracias les doy si me dan propina,

andrajosa dé hotel andrajoso.

Pero ustedes no saben con quién hablan.

Una tarde en el puerto habrá gritos

y se dirán: «¿Qué gritos son ésos?»

Me verán sonreír mientras friego

y se dirán: «¿Por qué se sonríe?»

Y un barco con ocho velas

y con cincuenta cañones

habrá atracado en el muelle.

Ellos me dicen: « ¡Vete a fregar! »

Y me dan la propina y la tomo.

Las camas les haré, qué remedio.

(Pero esa noche no dormirán.)

Pues por la tarde oirán en el puerto

un estruendo y dirán:

«¿Qué estruendo es ése?»

Me verán asomarme a la ventana

y dirán: «¡Qué sonrisa tan rara!»

Y el barco con ocho velas

y con cincuenta cañones

bombardeará la ciudad.

Señores: se acabó ya la risa.

Porque todos los muros caerán,

será arrasada vuestra ciudad,

menos un pobre hotel andrajoso.

Preguntarán: «¿Quién vive en ese hotel?»

Y me verán salir por la mañana,

y dirán: «¡Era ella quien vivía!»

Y el barco con ocho velas

y con cincuenta cañones

empavesará sus mástiles.

Y a mediodía desembarcarán

cien hombres. Y vendrán, ocultándose,

de puerta a puerta, agarrando a todos.

Ante mí los traerán con cadenas,

y me preguntarán: «¿A quién matamos?»

Y habrá un silencio grande en el puerto

al preguntarme quién debe morir.

Se oirá entonces mi voz diciendo: «¡Todos!»,

y « ¡Hurra! », a cada cabeza que caiga.

Y el barco con ocho velasy con cincuenta cañones

conmigo zarpará.

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