sábado, 26 de junio de 2010

LA HISTORIA DE LA MONJA INCINERADA

 

 

monja

 

 

 

El distinguido abogado y profesor universitario,  Dr. Guillermo A. Gärtner Tobón, ha sido permanente colaborador de el periódico EL BOHÍO. A petición nues­tra aparece en este número el interesante escrito en el que plasma sus impresiones como defensor de uno de los estudiantes sindicados de la muerte de la religiosa Sor María Cañaveral en hechos ocurridos en la Universidad de Antioquia. La pren­sa coordinada y dirigida por elementos enemigos al Estado de Derecho, tergiver­só hechos importantes para la investiga­ción y puso en situaciones difíciles a mu chas familias de la capital antioqueña.

Erase un país en el cual los guardianes asumieron la facultad de juzgar. Abando­nando la soberanía de las fronteras establecieron la soberanía del sable que rompía todas las fronteras. Sucedieron en ese país muchas y muchas cosas particulares y una de ellas en especial conmovió la conciencia de todos sus habitantes.

Posible es que nuestros descendientes asuman tal tono cuando en el futuro se narre hechos que aún no hemos logrado trascender y que no obstante la comprobación de su nocividad algunos insisten en continuar, tal sería el caso de las reformas penales que insisten en dar funciones ju­risdiccionales y de policía judicial a los guardianes. Incentivado en tal preocupación aprovecho la invitación del EL BO­HÍO para presentar un caso demostrativo de la contemporánea quema de herejes y ya el título delata el trágico suceso ocurrído en Medellín cuando al Sr. Jorge Busch le dio por visitar el patio trasero del imperio.

Cuando asumí en una segunda instan­cia la defensa del estudiante Juan Guillermo Benjumea Garro, una vez conocido el expediente desde la A hasta la Z, llegué a una convicción resumida en el recuerdo de algo leído en el libro de Annie Kriegel "Los Grandes Procesos en los Países Comunistas". Retomé entonces el libro y comencé mi escrito dirigido al Magistra­do Fernández Carrasquilla transcribiendo el siguiente diálogo:

"—Qué van a hacer con nosotros?

—Algunos serán liberados para poner de relieve el giro que se ha dado, los demás irán a un campo de concentración. —Según qué principio se elegirá a unos y a otros? —SEGÚN EL PRINCIPIO DEL AZAR. La gente siempre busca complicaciones".

Y en verdad que el azar del cual se ha dicho juega importante papel en la historia haciéndola muy aburrida de llegar a faltar, es fuente de sorpresas agradables en ocasiones y otras no y, bajo las condi­ciones de un terror estatal como el practicado bajo el régimen rumbero-trágico-cómico del Coronel Turbay y su socio Camacho Leiva, el azar fue generador de dolor y angustia para centenares de colombianos. La cita era apropiada para el caso en examen y los lectores podrán sacar sus propias conclusiones.

La suerte fue adversa para Fernando Nicolás Montes y para Guillermo Benju­mea, alguien tenía que responder por el hecho y no precisamente quienes por ne­gligencia, cobardía o simple omisión del deber, dieron lugar a que la monja Caña­veral perdiera su vida. No existiendo en el llamado recaudo probatorio del expe­diente conexión lógica que comprometiese a ambos jóvenes de acuerdo a los precep­tos consagrados legalmente para realizar la Justicia, contrariando éstos había que crear otro expediente ante la opinión pública- Surgió entonces el cuento de la-monja asesinada, se trataba de reproducir una vez más las enseñanzas de Goebbels. El expediente inculpatorio se construiría mediante la mentira y la difamación, era necesario encontrar a los incendiarios del Reichstag, digo —perdonen el lapsus— a los incendiarios de la camioneta en la cual viajaba la religiosa. Ante la sociedad había que crear un hecho que justificara el proceso judicial aberrado, por eso se convierte a Sor Carmen Cañaveral en una monja inválida, a los jóvenes universita­rios en fieras degeneradas que desafiando el poder del fuego impiden que la inválida abandone el vehículo hasta ser totalmen­te consumida por el fuego.

Una imagen de terror perfecta para impresionar al público, un crimen imper­donable, un asesinato atroz ante el cual el terror jurídico-político se podía justificar enalteciendo la justicia penal militar. Tan satánico se presentaba el hecho ante :la opinión, tan cruel y lleno de maldad, que aún un "ajusticiamiento" de los universitarios por el MAS o por el Escuadrón de la Muerte sería aceptado por la opi­nión pública así rompiera los preceptos de la Constitución Nacional. Tanta y de tal magnitud era la manipulación que cuando se dio libertad a los dos jóvenes, el Ministro de Justicia, el Procurador y Monseñor Revollo, perdieron el control y conjurados intentaron romper el orden jurídico finalmente preservado por la Corte Suprema al inhibirse de conocer la bizarra apelación interpuesta por un fiscal poco seguro de sus propias actuaciones.

Olvidaron los verdugos pretendidos como defensores de la justicia, que al Estatuto de Seguridad como al dinosaurio le llegaría su momento para pasar al basu­rero de la historia, olvidaron que tarde o temprano La Verdad Haría Libres. Y co­mo ocurre en el teatro ya idos los actores en los camerinos quedan las huellas de la farsa, hoy queda en los archivos judicia­les la constancia de una tragicomedia lla­mada Justicia Penal Militar.

Hoy se pue­de entonces contar la Historia diferente al Cuento y para ilustrar un poco a los lectores de EL BOHÍO reproduzco algu­nas constancias procesales que resumen la sustancia de los hechos tergiversados tantas veces. Primero la constancia del sacerdote Luis Ovidio Cañaveral, religioso y pariente que acompañaba a la víctima del infortunio! "En Cuanto a eso quiero aclarar, porque ha existido mucha controversia en tal sentido, pero ella era muy alentada, inclusive ella como era enfer­mera andaba mucho por la ciudad, iba de casa en casa de los pobres atendiéndolos, en el momento que veníamos del hospital era porque ella traía unas cartas de Bogotá para entregarlas pero no era porque alguna enfermedad, ella física­mente no tenía ninguna lesión personal". (Acta del Consejo de Guerra páginas 30-31), luego la constancia del señor Celedonio Giraldo quien conducía el vehículo incendiado, dijo en el Consejo de Guerra: "Si la puerta del medio había que abrir­la por fuera por qué se le había reventa­do la manigueta interior, es decir, la puerta que sigue por la puerta delantera, el lado izquierdo no tiene, sino una puerta o sea la del conductor y por la derecha era dos puertas, la segunda de la mano derecha era la que tenía el desperfecto" (página 34 del acta del C. de G.). Puede ahora el lector formarse un mejor criterio que el de los vocales que dieron amañadamente el veredicto condenatorio y quienes pasaron por alto la fuerza de la si­guiente declaración del mismo sacerdote Cañaveral ante el mismo Consejo de Guerra: "Pues yo fui muy claro cuando esto, es decir -que en realidad no reconoz­co a nadie y ahora que veo a estos mu­chachos, que imploro bendiciones al Señor considero que todo debe hacerse con justicia y yo no puedo decir que este fue o aquel, porque sería muy injusto, yo -me encontraría cualquier muchacho de estos y podría hasta saludarme y yo"-no saber quien es, es decir, en pocas palabras, yo no puedo reconocer a nadie.”

Comprensible es que un testimonio así no es útil para los fines de la guerra, una declaración como la transcrita no es apta para encontrar chivos expiatorios. Los jueces militares tienen apenas una justi­ficación y ellos bien la saben: para com­batir la subversión no importa subvertir el Derecho.

Quiero terminar mi testimonio reprodu­ciendo también de mi escrito de defensa, presentado en segunda instancia, algo que me preocupaba y preocupa. Retomando una expresión cuyo origen he olvidado, escribí que ante la posibilidad de que transcurridos los años, paleontólogos ne­gros y amarillos examinasen las ruinas de nuestra "civilización" y encontrasen el expediente de la monja incinerada, al in­tentar la reconstrucción de nuestra capacidad de juzgar con lógica y de acuerdo a las normas fijadas de la sentencia proferida y tendrían allí una prueba de como en la década de los 80 bajo el estatuto de seguridad no se había superado todavía el salvajismo pre-becariano.

 

Hago votos finalmente porque se deje descansar en paz todas las víctimas de la violencia y la injusticia.

 

Guillermo A. Gärtner T.

 

 

 

Lo transcrito fue publicado en mayo de 1982 por el periódico de Frontino EL BOHIO.

 

 

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