Tomado de LA TARDE 22 de septiembre 1995
Los blancos de la guerra sucia
GUILLERMO ANÍBAL GARTNER TOBON
En otras oportunidades he citado la expresión de que hacer la guerra a una insurrección con medios jurídicos resulta tan difícil como tomar sopa con un cuchillo, lo mismo podríamos decir en términos generales de los intentos de adecuar la guerra irregular con las exigencias del orden jurídico y garantías judiciales propias del Estado social de derecho.
En los intentos de «humanización» de la guerra, hay que reconocerlo, se han dado las mejores intenciones en lo que se ha llamado la PROTECCIÓN DE LA POBLACIÓN CIVIL, pero en la práctica las cosas funcionan de otro modo. El asunto que tiene sus posibilidades y límites dentro de las llamadas guerras regulares se toma especialmente complicado cuando de la guerra subversiva interior se trata, pues lo que en principio debería ser objeto de protección (esa población civil) es y/o deviene por fuerza de las circunstancias, con voluntad o sin ella, protagonista y blanco en el desarrollo o del conflicto.
Lo anterior se ve claramente en el tema de los llamados «auxiliadores» o auxiliares de las fuerzas enfrentadas. En este contexto resulta especialmente esclarecedor lo que la doctrina gringa al respecto ha desarrollado y vertido en conceptos escritos sobre la insurgencia y la contrainsurgencia.
Para el experto militar es propiamente un hecho suficientemente reconocido el que las organizaciones insurgentes tienen una estructura determinada compuesta de tres o cuatro partes entre las cuales el elemento fundamentalmente esencial es EL AUXILIAR definido como el campesino desarmado quien recluta para los guerrilleros armados y les da alimentos, ropa y abastecimientos médicos. El auxiliar en las zonas calientes también desempeña papeles importantes de inteligencia. Una tarea es obvia: averiguar el quién, qué, dónde y cuándo, otra tarea de inteligencia a manera de ejemplo consiste en las tareas de contrainteligencia: debe verificar la lealtad de los guerrilleros reclutados para evitar que se acepte sin querer al más potente de todos los instrumentos del contrainsurgente: el informante. El auxiliar como lo han expresado «connotados tratadistas» del tema, «es la madre y el padre de las organizaciones insurgentes. Alimenta, viste, y protege al insurgente».
El auxiliar, que -por fuerza de las circunstancias- no es otro que el campesino que habita la región o zona roja, es visto por el mando contrainsurgente como un guerrillero más que tiene la fachada de un ciudadano que observa a la ley y como quiera que desde una perspectiva formalista, Jurídico-procesal, difícilmente podría neutralizársele o castigarle (sic), entonces debe ser «controlado» por medios «extralegales».
Si tomamos en cuenta lo anterior entonces nos podemos explicar que no propiamente «justificar» muchos de los atropellos que se cometen contra la población civil devenida en blanco de la guerra sucia.
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